René Smoorenburg es un pintor que dedica su talento a la creación de naturalezas muertas. Los objetos que representa varían mucho. Entre sus temas favoritos se encuentran las frutas y verduras, como peras, cerezas, higos, limones, cebollas y tomates. Además, el artista da vida eterna a utensilios antiguos sobre el lienzo: platos de peltre, cuencos esmaltados, recipientes de hierro, botellas e incluso vestidos de bautizo, chaquetas y muñecos de teatro de marionetas quedan inmortalizados por su pincel. Una característica sorprendente de todo su trabajo es la imperfección de prácticamente todos los objetos. La fruta muestra imperfecciones aquí y allá, al cuenco le falta un trozo de esmalte, sólo queda un fragmento del azulejo azul de Delft y la chaqueta del niño muestra claramente los estragos del tiempo.
En opinión del artista, es precisamente esta imperfección la que contribuye a la belleza de los objetos representados. Mientras que los artistas del Siglo de Oro representaban objetos preciosos y obras maestras en todo su esplendor, René Smoorenburg cree que la belleza no se encuentra en la perfección, sino en las huellas del uso y la historia vivida de los objetos. Cada uno de ellos tiene su propia historia que se hace visible. Es precisamente esta historia visible la que hace que las naturalezas muertas sean tan ricas, a pesar de su diseño y temas simples. Si usted, como espectador, se toma el tiempo de mirar con atención, experimentará la profundidad y la belleza casi mágica de su obra.
Las naturalezas muertas de René Smoorenburg tienen sus raíces en la tradición de la pintura holandesa antigua. Al igual que los grandes pintores del Siglo de Oro, René pinta con una precisión sin precedentes. Pero añade un toque contemporáneo a su trabajo y su firma personal es inconfundible. Lo característico de René Smoorenburg es el cuidado con el que maneja su pincel. Las capas de pintura están cuidadosamente construidas, lo que da como resultado una rica variedad de colores en su obra. Aunque su fina técnica pictórica sugiere que copia meticulosamente la realidad, nada podría estar más lejos de la verdad. Cada bodegón desprende su propia atmósfera, gracias a las composiciones, la luz y el uso del color. Aquí su artesanía se convierte en puro arte.
Cada cuadro requiere meses de dedicación. Smoorenburg trabaja capa tras capa con una precisión sin precedentes, hasta que cada detalle esté perfectamente equilibrado. Sin amor, concentración y paciencia, Smoorenburg no sería capaz de transmitir la riqueza que se esconde en los objetos que ha elegido de esta manera. Se requiere una inmensa tenacidad y entusiasmo para pintar de esta manera tan cuidadosa.
