En los años noventa, Fabrizio Romano Battistoni se centró nuevamente en su carrera como artista visual después de una carrera como: -bailarín de ballet clásico, 1976-1992, colaboración con arena di Verona (it), Comunale di Genova (it), Teatro dell'opera di Roma (it), Franco Zeffirelli en la película 'Traviata'; -coreografo asistente, escenógrafo, 1996-2004, cooperación con Peter van der Sloot y Vittorio Rossi como freelance, producciones en Australia, Canadá, Egipto e Italia; -Diseñador 2001-2005, de forma autónoma con productores de equipamiento para moto, poniendo en marcha una línea de producción propia. En 1996, Fabrizio comenzó con la investigación de la escultura sobre hierro, caucho y fuego. Aunque abstracta, su investigación comenzó desde el cuerpo humano, desde el exterior con la colección de trajes de motociclista novomoto, hasta el interior con series de pinturas llamadas "fluidos" y "destellos". Todas estas experiencias se pueden rastrear hoy en la serie "latitudes interiores". Iniciadas originalmente a finales de los noventa y exhibidas públicamente con la única obra 'noli me tangere', estas tensiones de las correas de caucho han ido evolucionando durante los últimos diez años en privado, volviéndose a hacer públicas a partir de 2012. Neumáticos de bicicleta de goma negra viejos. Reciclando el presente y preservando el pasado. Ciertamente, el hecho de haber nacido en Roma influyó en su producción artística. Claramente reconocible en la obra 'annunciazione' y reliquae en la que ha ido reinterpretando los patrones clásicos del tríptico, así como en el 'limbo' inspirado en el óculo y la luz del 'Panteón' en Roma (it). Su primera impresión visual desde la infancia estuvo relacionada a la fuerza con las ruinas. No solo como un recordatorio de la erosión del tiempo, sino también como un testimonio de las fuerzas disruptivas de la acción humana. Determinado por invasiones y consecuentes choques de culturas. Este último se entrelaza con frecuencia con la religión. Lejos de eso, cree que un producto artístico debe vaciarse de cualquier significado religioso o político que interfiera con la pureza de su belleza. De esta manera, la creencia religiosa primaria, el impulso original detrás de la creatividad artística, da lugar a algo más duradero y trascendente.
